Alberto Plaza Dime, Hermano
Dime, hermano: 
¿Por qué la montaña 
no ha podido olvidarse del mar? 
El ingrato se fue una mañana 
y no quiso jamás regresar. 
Con señora paciencia lo espera 
y va soñando que ya ha de volver 
y los ríos son llanto de pena, 
pena del que ha perdido un querer. 
Dime, hermano: 
¿Es verdad que la luna 
es el sol que se ha ido a bañar 
y que ha vuelto cubierto de espuma, 
salpicando la oscuridad? 
Dime, hermano: 
¿Será que las olas, 
pedacitos inquietos de mar, 
sólo hasta el horizonte se asoman, 
porque no han aprendido a nadar? 
No quiero yo saber 
cómo se mueve el universo. 
Yo sólo sé que con un beso 
le das sentido y vida a mi voz. 
¿Quién mueve tanto el mar? 
¿Y quién enciende el firmamento? 
Que me lo digan tus ojitos, 
luz de mi verso y de mi canto. 
  
Dime, hermano: 
¿Es verdad que el desierto 
ha perdido las ganas de amar? 
Cada noche las nubes lo besan, 
pero agua no quieren dejar. 
Dime, hermano: 
La naturaleza, 
que me enseña del bien y del mal, 
¿Tiene acaso una enorme tristeza? 
La razón le ha enterrado un puñal. 
  
Dime, hermano: 
¿Por qué a las estrellas 
no las dejan salir a pasear? 
Con su forma redonda y coqueta, 
cierto es que se deben cuidar, 
pero sé de cuadrados planetas, 
de un lejano sistema solar, 
que vivieron cerrando la puerta 
y los tragó el infinito voraz. 
  
No quiero yo saber 
cómo se mueve el universo. 
Yo sólo sé que con un beso 
le das sentido y vida a mi voz. 
¿Quién mueve tanto el mar? 
¿Y quién enciende el firmamento? 
Que me lo digan tus ojitos, 
luz de mi verso y de mi canto. 
  
No quiero yo saber 
cómo se mueve el universo. 
Yo sólo sé que con un beso 
le das sentido y vida a mi voz. 
¿Quién mueve tanto el mar? 
¿Y quién enciende el firmamento? 
Que me lo digan tus ojitos, 
luz de mi verso y de mi canto. 

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